Entrar en Pelayo es como hacerlo en un templo o en un museo. Ambos lugares infunden respeto y admiración al tiempo que obligan a ralentizar el paso para admirar el entorno. Quizás por eso, al céntrico trinquet de Valencia se le denomine por unanimidad la catedral de la pilota. Para acceder a la instalación que lleva en uso más de siglo y medio es necesario pasar por su bar, que mutó en un moderno restaurante un par de años antes del covid-19. Las mesas de ambos espacios hosteleros fueron el lugar perfecto para que 125 personas, vinculadas o no al deporte de todos los valencianos, se sentasen a reflexionar sobre su presente y futuro, sus virtudes y sus carencias.
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