La personalidad peculiar de Emily Dickinson, su mundo y su mente siempre al borde del abismo, marcan su poesía y hacen de ella una de las voces más poderosas y atractivas para el lector moderno. La renuncia al trato con el Otro, el modelamiento del Vacío, la soledad, su ambiguo erotismo (siempre sofocado o soterrado) experimentado ya a través del sufrimiento, ya del éxtasis, son los rasgos distintivos de unos versos siempre inquietantes y heridores, incomprendidos en un mundo patriarcal y dominado por los hombres y deslumbrantes hoy en toda su amarga belleza.
Selección y traducción de Amalia Rodríguez Monroy
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